Un ciudadano culto
es aquel que se desenvuelve éticamente y demuestra las competencias necesarias para
desenvolverse de manera autónoma frente a todo el ecosistema informático que lo
rodea, respetando las normas de comportamiento en relación al uso de la tecnología
en sus diferentes ámbitos, participando gracias a las tecnologías en las diferentes formas comunicación e interacción en un entorno
virtual.
Para la formación
de un ciudadano digital todos los actores del Estado (social, comunicación,
escuela y familia), tiene que unir fuerzas para que el ciudadano digital sea
capaz de usar dispositivos tecnológicos, controlar emociones como resultados de
la integración de las TIC y sobre todo que actúe con respeto y sea responsable
de las consecuencias de sus acciones.